NO, la palabra mágica

Cuando el niño empieza a andar, comienza a hacerse independiente. Ya no necesita del adulto para cambiar de lugar en el espacio, ni para llegar al juguete que está lejos. No obstante, esa misma autonomía lo expone también a una serie de riesgos que, hasta ese momento, eran inaccesibles para él. Es ahí donde entra en juego la importancia de la prohibición, de decir «no», en el desarrollo de su raciocinio. Más aún, esta palabra mágica potencia la seguridad y la confianza de nuestros hijos.
Antes de andar, son los padres quienes deciden cómo y cuándo satisfacer las necesidades inmediatas del hijo. Sin embargo, a partir del momento en que este comienza a desplazarse por sí mismo, también empieza a manifestar iniciativa propia. Esta situación plantea cambios tanto para el niño como para el adulto que lo acompaña y protege. Principalmente, los progenitores se verán muchas veces obligados a decir «no» a sus deseos, es decir, a expresar prohibición. Esto no siempre es fácil, pero existen fórmulas que nos pueden facilitar la tarea.
De este modo, el lenguaje y el modo de expresar de los padres varía. Durante los primeros meses de vida del bebé, estos recurren al susurro o al tono afectivo lleno de palabras inventadas. También a las canciones o al tarareo de melodías. Se trata de un período en el que los progenitores acompañan al niño en el reconocimiento de sí mismo y en el fortalecimiento del vínculo hacia los familiares inmediatos. Y lo hacen con la tranquilidad de que ellos son los únicos que lo aíslan del peligro.

Por el contrario, ahora, cuando el pequeño comienza a desplazarse de manera autónoma, el lenguaje de los padres cambia de estilo. Del acompañamiento melodioso de antes se pasa a la presencia de la prohibición, de las primeras órdenes. También a las frecuentes expresiones de reprimenda, tales como: «Eso no se toca» o «¡Uy, lo que hizo Pablito». Y comienza a crecer la fuerza del «no». El «no» que prohíbe realizar una tarea y, al mismo tiempo, estimula el freno al impulso y el inicio del deseo.
Es decir, la prohibición imprime en el yo el sentimiento de deseo. Estimula en el pensamiento infantil la permanencia del objeto que falta. Esto constituirá el principio para desarrollar la capacidad de juicio y de razonamiento en el niño.
El «no», la manifestación de la prohibición, es la primera abstracción. El «no» no se ve, no se toca, no se come. Solamente se respeta como mandato para toda la vida, por lo que supone un constituyente sólido de nuestra seguridad personal.