Violencia en el deporte: «Por favor, ¡que mis padres no vengan al partido!»

Cada fin de semana nuestros hijos salen al campo de juego de cualquier deporte, para dar lo mejor de sí mismos. Sin embargo, en cada partido, y esto ocurre casi sin excepción en fútbol, los padres que acuden de espectadores, se esmeran en dejar demasiado clara su opinión personal sobre todo lo que ocurre alrededor. El árbitro no pita bien, alguien del otro equipo ha entrado muy fuerte, eso no es penalti, o peor aún, algunos gritan órdenes castrenses.
Las consecuencias pueden ser nefastas para los propios niños, no solo como futuros deportistas, también como personas y, por supuesto, pueden llegar a truncar su carrera profesional.
Lo cierto es que lejos de ser beneficioso para el desarrollo integral del niño, el deporte puede llegar a convertirse en una verdadera tortura cada fin de semana. Se trata de un hecho tan grave que en el año 2017 se empezaron a tomar medidas desde los clubes, como en el caso de la Academia del Atlético de Madrid, que prohibió la entrada de los padres para evitar precisamente este tipo de interferencias en los entrenamientos. En otro, como en el Rayo Majadahonda, estas fueron menos drásticas, pero igualmente enfocadas a los progenitores, quienes comenzaron a recibir cursos de formación antes de empezar la temporada. Sea como sea, educar a los padres en el respeto y la no violencia es más importante de lo que pensamos porque enseñan la peor cara del deporte y es esa la que seguramente aprenderán sus hijos.
Para abordar este tema tan controvertido hemos consultado a Javier Miñano, preparador físico de la Selección Española de Fútbol durante sus años de gloria junto a Vicente del Bosque, fichado para este mismo puesto por la selección de Armenia en noviembre de 2018. Javier vivió desde el banquillo de La Roja el momento que levantó de su sillón a todo un país, al ver cómo su equipo quedaba el primero en la competición mundial por excelencia. Una serie de partidos en donde los jugadores dieron toda una lección de respeto y superación personal que, por supuesto, no restó (más bien al revés) ni un ápice de pasión al torneo. ¿Se acuerdan de ese sentimiento de orgullo tras ganar el mundial? Es justo lo contrario de lo que los menores sienten cuando ven cómo sus padres pierden los papeles en la grada.
Competir: cuando ganar o perder siempre es sumar
Javier lo tiene claro, y afirma estar convencido de que “este hecho debe sumar y aportar valores si está bien dirigido por parte de los formadores, educadores o entrenadores”. Es importante que los que compitan, a cualquier nivel, estén preparados para asumir la propia prueba, es decir, la victoria y la derrota. Pero Miñano aún cree que «es más importante formar a los entrenadores para que utilicen este fenómeno como una parte más de la formación”. En sus palabras, “jamás se debe forzar a un niño a participar” si éste no está preparado; antes se deberá “educarle para que asuma el hecho competitivo como un factor más del entrenamiento que mejora su propio rendimiento”. Si esto no sucede “las consecuencias pueden ser muy negativas. Depende del caso particular de cada uno, pero se puede producir un rechazo a la práctica deportiva e incluso efectos secundarios en su propia actitud”.
Libertad de elección, el paso más importante
¿Le ha preguntado a su hijo si está feliz con la que practica? Desde aquí le invitamos a que lo haga porque de no ser así “puede incidir negativamente en su propio desarrollo emocional (menor seguridad y autoestima) al hacer algo a lo que no se siente predispuesto y que no disfruta plenamente” que desembocará seguro en su abandono.
A la hora de elegir, para Javier es importante que los padres observen cuáles de estas demandan la atención de su hijo y realiza de manera autónoma. “Podemos ofrecerle diferentes alternativas, que pruebe individuales y colectivos y esperar su respuesta”.
El deporte rey, también en violencia
Para Miñano, lo más relevante es “disfrutar sin perder la calma, animando a compañeros y, si se pudiera a rivales, sin dar lecciones de entrenador, asumiendo que solo es un juego y que lo único que necesita nuestro hijo es apoyo. En definitiva, no agobiarle ni presionarle”.
El que fuera parte del equipo técnico de la Selección Española recuerda que la grada es una extensión más del espacio doméstico donde continúa la educación y que el campo de juego no es, en ningún caso, una excepción. Además, el preparador físico remarca “que a través de la práctica deportiva se pueden inculcar valores sociales positivos y que con nuestra actuación podemos invertir un proceso de ingratas consecuencias”.
«No hay peor educación, ni más enrevesado proceso formativo que el inducir o dar como válido cualquier comportamiento conflictivo durante la competición»
El fútbol es, también, el deporte rey en este tipo de comportamientos deplorables, por encima de cualquier otro juego. Miñano explica este hecho destacando que se han normalizado estas conductas: “creo que el error está en admitir dichas actitudes como algo natural o intrínseco al fútbol. Debemos actuar con energía y no poner ningún tipo de justificación o excusa ante cualquier actitud conflictiva y ser tajantes en su crítica”.
Ser una estrella en deporte nunca puede ser un objetivo
Lo cierto es que es importante que esto cambie. Por el bien de los niños y por el del deporte, ya que es así como bien se han podido truncar muchas carreras futbolísticas brillantes. De hecho, si un padre desea que su hijo sea una estrella, de fútbol o de cualquier otra disciplina, es importante tener en cuenta que de todos los que empiezan a competir y tienen éxito, muy pocos llegan a triunfar. “Esto no puede ser un objetivo”, afirma con claridad Miñano, y añade que los adultos deberían proponerse “disfrutar de cada entrenamiento, de cada partido, de cada torneo que dispute su hijo para que este vaya construyendo una experiencia deportiva positiva».