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De mayor quiero… subir al Everest

El alpinismo nos permite poner a prueba nuestras habilidades, estando siempre al límite entre lo arduo y lo posible. Hablamos con Miriam Díez, una joven promesa del montañismo con tan solo 12 años y con Araceli Segarra, la primera mujer en subir a la cumbre del Everest en 1996.

Segarra presenció la fuerte tormenta en el monte del Himalaya ese mismo año. El Everest no es solo conocido por ser la montaña más alta del planeta y el sueño de todo escalador, sino también por sus desafiantes laderas. Tras su larga experiencia, la alpinista nos advierte de las condiciones climáticas, mentales y físicas en las que debemos desistir de una operación: “Existen alarmas internas. Desde el mal tiempo, viento, nieve, riesgo de aludes, pasando por el cansancio, horarios tardíos, hasta llegar a mi máxima: si no me lo estoy pasando bien, no tiene ningún sentido seguir aquí”. Aunque, generalmente, y contando con agentes externos favorables, “se cuenta con unas normas de seguridad, preparación y un equipo”.

Ambas montañeras reciben de este deporte plena satisfacción. “Cuando estuve en el campo base del Everest me sentí feliz, no solo por haber conseguido hacer algo que todos nos decían que era imposible (subir a la cumbre una cámara IMAX para rodar el documental), sino porque habíamos hecho las cosas bien, no queríamos abandonar el proyecto después de la tragedia y que quedara la sensación de que Everest es una montaña trágica, sino que se puede escalar divirtiéndote y regresar contento”, explica Segarra. Para Miriam es “como si tocara la pared y llegara a otro mundo”.

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Araceli Segarra

¿Qué cualidades se necesitan para ser escalador?

Miriam señala ciertas características “como la fuerza, coordinación y equilibrio. Pero, sobre todo, no pensar que no puedes, no llegas o es muy largo para ti”. La veterana está de acuerdo en que “si realmente no te gusta, sencillamente dejarás de practicarlo a la mínima que aparezca un inconveniente, como frío, cansancio, miedo, etc.”. Y es que, cuanto mayores sean los obstáculos, mejor nos sabrá el resultado.

También es fundamental tener muy presente la deportividad. “Tú, en una competición, lo pasas mal si alguien se cae, le animas, incluso le dices cómo hacerlo. Aunque estás compitiendo contra él, intentas ganarle pero no quieres que se caiga y te alegras si lo consigue. Eso en otros deportes no pasa, y aquí el ambiente es muy sano”, afirma Miriam.

¿Qué aspectos o habilidades se desarrollan?

Para Segarra, al existir distintos tipos de montañismo, pueden desarrollarse diferentes aptitudes o facetas. Sin embargo, según la aprendiz, hay una común en todas ellas: la mentalidad. “Hay días que solo entreno mentalidad con mi entrenador y, a pesar de que me aburría, más adelante me hizo ver lo importante que es. Hace poco, en una competición, en la clasificatoria había un bloque que no llegaba por altura y tuve que buscar otro método y lo conseguí después de muchos intentos. Ahí me di cuenta de que con la mentalidad que tenía antes hubiera dicho que no llegaba, lo hubiera dejado y a lo mejor no hubiera pasado a la final, que gané, quién sabe”.

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Expedición Everest (1996)

De pequeña, Segarra, “lo único que tenía claro era que no quería vivir una vida monótona ni aburrida”. En su libro El Alquimista, Paulo Coelho decía “Si piensas que la aventura es peligrosa, la rutina es mortal”.

Fotografía: Miriam Díez

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